Cuentos chilenos clásicos

“Cuentos Chilenos Clásicos” es un aporte al fomento de la literatura chilena, no sólo a nivel nacional, sino internacional. Se contribuirá a generar memoria, identidad cultural y la necesidad de referentes para las nuevas generaciones.

"Buzoni", de Luis Enrique Délano

 
Luis Enrique Délano


¿Cómo estará Buzoni? Es una pregunta que me hago con inquietud. Estará inmóvil, apoyando su espalda en la pared de piedra, con una mano puesta con cierta suavidad en ese delgado tron­co de eucalipto que sirve de columna.

«Buzoni», de Luis Enrique Délano Díaz (n. Santiago, Chile; 14 de julio de 1907 - f. íb.; 20 de marzo de 1985), escritor, ensayista, pintor, periodista, traductor y diplomático chileno. Padre del escritor Poli Délano. 
Se reproduce este cuento con la autorización de Poli Délano.  

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"Clelia Stefans", de Franklin Quevedo




Yo miraba a Clelia Stefans y todo era como un viento o como un río de esmeraldas encandilándome con sus verdes ojos.
Ella sólo me miraba a mí.

«Clelia Stefans», de Franklin Quevedo. (Linares, 1919- Santiago, 2012). Premio Pedro de Oña en 1966 y Premio Alerce en 1964. AQUÍ.
Se reproduce este cuento con la autorización de Inés Valenzuela y Simplemente Editores.

"El vaso de leche", de Manuel Rojas




Le acometió entonces una desesperación aguda. ¡Tenía hambre, hambre, hambre! Un hambre que lo doblegaba como un latigazo; veía todo a través de una niebla azul y al andar vacilaba como un borracho. Sin embargo, no habría podido quejarse ni gritar, pues su sufrimiento era obscuro y fatigante; no era dolor, sino angustia sorda, acabamiento; le parecía que estaba aplastado por un gran peso.

 
«El vaso de leche», de Manuel Rojas. Buenos Aires, 1826; Santiago de Chile, 1973. Premio Nacional de Literatura 1957. AQUÍ.


"El pájaro verde", de Juan Emar




…es el caso que allá por el año de 1847, un grupo de sabios franceses llegaba en la goleta La Gosse  a la desembocadura del Amazonas. Iba con el propósito de estudiar la flora y fauna de aquellas regiones para, a su regreso, presentar una larga y acabada memoria al "Institut des Hautes Sciences Tropicales" de Montpellier.
 
«El pájaro verde» de Juan Emar, seudónimo de Álvaro Yáñez Bianchi. Santiago de Chile 1893-1964. AQUÍ.

"Cuenta final", de Poli Délano


Elliot Erwitt


Aquella noche de un septiembre sin lluvia, pero sumamente septiembre, algo fría y con el viento haciendo zumbar los cables eléctricos como si fueran violines desafinados, la gringa Wif coqueteó con cada uno de los hombres que se dedicaban a bailar, fumar yerba y tomar cubas o vino. Pero el infeliz que tuvo que pagar la cuenta final, los platos rotos, como dicen, fui  precisamente yo.
 
“Cuenta final”, de Poli Délano. (Madrid, España, 1936). Premio Municipal de Santiago 1985 por El hombre de la máscara de cuero. AQUÍ.

Se reproduce este cuento con la autorización de Poli Délano.

“Adiós, Tía”, de René Vergara





Berindoague era un homicida "tipo", así se dice en Criminología.  Lo sé hoy, después de haber tratado directamente, aquí o allá, a miles de criminales; después de haber aprendido una espesa y larga fraseología inútil.  Su "motivación" la llevaba a "flor de piel".  A Mercedes Pinto la mató por vieja, por fea, por cansancio sexual, porque estaba ebrio, por ...matarla.  AQUÍ.


“Adiós, Tía”, de René Vergara (Santiago,1918-1981). En 1979 recibió el Premio de la Academia Chilena de la Lengua. Se reproduce este cuento con la autorización de Rodrigo Vergara. Gentileza de Ernesto Carmona.

"El capanga", de Jorge Guzmán

 
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¿Con qué fin regresó Pablo a Guayará después de tanto tiempo, y por qué no permaneció allí tranquilo, sino que se metió al monte como si lo persiguieran? Nadie lo sabe, pero desde entonces empezó a crecer su fama de asesino, de valiente y de matrero. Lo apodaron con el terrible nombre de Capanga, porque decían que mataba por encargo.


“El Capanga, de Jorge Guzmán (Santiago de Chile, 1930). “El Capanga” ganó el Concurso Nacional de Cuentos de El Mercurio, 1956. AQUÍ.

"La Pachacha", de Rafael Maluenda




Sobrecogida de angustia, sin atreverse a modular su cacareo vulgar, tendió el cuello orientándose, mientras las demás aves lanzaban al unísono un cloqueo sonoro que a la recién llegada le hizo la impresión de una carcajada burlona.
 
La Pachacha, de Rafael Maluenda (Santiago,1885-1963). Primer Premio Nacional de Periodismo (1954). AQUÍ.

Se reproduce este cuento con la autorización de María Teresa Maluenda Merino.

"El apuntamiento", de Isidora Aguirre




A mi padre no le supe la cara, mi madre murió quizá cuándo, tampoco la recuerdo. Me crió una vecina, por caridad, y a nadie le importaba donde yo anduviera. Por eso salí a conocer la calle y ligerito me agarraron “por vagancia”.
Me soltaban, volvía a caer.
 
 “El apuntamiento”, de Isidora Aguirre Tupper. (Santiago, Chile, 1919-Santiago, Chile, 2011). Premio Municipal por su obra Los papeleros, 1964. AQUÍ.

Se reproduce este cuento con la autorización de Sucesión Isidora Aguirre/Peter Sinclaire Aguirre y Simplemente Editores.



"Aquí no ha pasado nada", de Claudio Giaconi




El muchacho había oído en el curso de la última semana repetidamente a cada cierto intervalo, en un tono de voz grave y retenido: “Está agonizando. Agoniza. Está agonizando”. 
 

“Aquí no ha pasado nada”, de Claudio Giaconi (Curicó, Chile 1927 –Santiago de Chile 2007). AQUÍ.

“También para ellos”, de Teresa Wilms Montt


Teresa Wilms Montt



Job era el nombre de un modesto pollino que tenía por exclusiva tarea llevar, desde el trillo al granero, las alforjas repletas de rubio trigo.

 
 “También para ellos”, de Teresa Wilms Montt (Viña del Mar, Chile 1893 - París, Francia 1921). AQUÍ.

"Una moneda al río", de Nicomedes Guzmán


Nicomedes Guzmán


Sebastián no pensaba en nada. Era un hombre de alma reposada, tímida tal vez en su enérgico reposo. Pero, aquella hoja que le pasó rozando la sien y que, semejante a una lenta ilusión, buscó la superficie de las aguas para encauzarse en las nuevas fórmulas de su destino, le conmovió duramente en su raudo paso.

Una moneda al río, de Nicomedes Guzmán (Santiago 1914-1964). Premio Nacional del Pueblo, 1961. AQUÍ.

"La puerta del sol", de Teresa Hamel



John Seba


Despabiló el oído: el ruido del motor implacable. La luz. ¿Dónde? No podía aguardar más tiempo; el espejo se tornaba ingrato. Iría. A través de la persiana vio ancha y generosa la catarata solar que caía en la acera de enfrente.

La puerta del sol, de Teresa Hamel, (Viña del Mar, 20 de abril de 1918 - 18 de marzo de 2005). AQUÍ.

"Rododendro", de Hernán del Solar

Scott Betts

Empecé a construir barcos. Los primeros se rompían de pronto, cuando los tenía en la botella. Había sido penoso construirlos, tan pequeños y frágiles; y se rompían de pronto, en la botella, cuando tendía una vela blanca, cuando alzaba un mástil.
 
Rododendro, de Hernán del Solar, (1901-1985). Premio Nacional de Literatura 1968. AQUÍ.


"La camarera", de Marta Jara H.


Victor Pugatschew


Ni demasiado grande ni demasiado pequeño, el café se abría en una esquina sobre dos calles céntricas. Sus muros vidriados permitían ver el continuo trajín de los transeúntes. Encerrando a las camareras y las máquinas, se alzaba al centro el mesón oval, estrecho y alto.

“La camarera”, de Marta Jara Hantke (Talca,1919- Santiago,1972). AQUÍ.